Tuesday, December 15, 2009

Adquiera el cd Poemas Clasicos con Poemas como la Gran Miseria Humana, El Brindis del Bohemio, El seminarista de los ojos Negros y otros.

En ANTIGUEDADES CHAVO, UBICADO EN LA CASONA, 150 M.NORTE DEL TEATRO MELICO SALAZAR.

Monday, May 4, 2009

LA GRAN MISERIA HUMANA (Gregorio Escorcia Gravini) | Poemas Poesias Versos y Rimas

GRAN MISERIA HUMANA


Autor: Gregorio Escorcia Gravini
Una noche de misterio
estando el mundo dormido
buscando un amor perdido
pasé por el cementerio....
Desde el azul hemisferio
la luna su luz ponía
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa,
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía.

La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía.
y pulsaba el aura umbría
el arpa de los cipreses,
y en aquellas lobregueces,
de mi corazón hermanas
me inspiraron y con ganas
de interrogar a la Parca
entré a la glacial comarca
de las miserias humanas.
Acompañado del cierzo
Los difuntos visité,
y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso...
Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos;
fui a perturbar los cautivos
en sus sepulcros desiertos.

Me fui a buscar a los muertos
por tener miedo a los vivos.
La noche estaba muy bella
y el aire muy sonoro,
e igual que dalia de oro
semejaba cada estrella;
y a la brisa si querella
por ser voluble y ser vana
en esa mansión arcana,
corría llena de embelesos
poniendo sus frescos besos
en la gran miseria humana.

La luna seguía brillando
y las nubes con sus velos
en el azul de los cielos
si miedo la iban tapando
y, en procesiones pasando
por la inmensidad secreta
iban...y la brisa inquieta
retozaba en el saúz
que empapaba con su luz
Diana, la novia del poeta.

La luna que Diana es,
en aquella hermosa noche
se abrió como aéreo broche
de una flor de esplendidez.
Sentí vacilar mis pies
en tan lúgubre mansión
con la lira en una mano
y lleno de emoción
como un revuelto océano
temblaba mi corazón.

Bajo un ciprés sombrío
y verde cual la esperanza
con su fúnebre asechanza
estaba un cráneo vacío...
y sentí pavor y frío
al mirar la calavera
pareciéndome en sus esfera
que se reía de mi;
y yo de ella me reía
viéndola tan calva y fiera.

Dime humana calavera:
¿Qué se hizo la carne aquella
que te dio hermosura bella
qué se hizo tu cabellera
cual lirio de primaver?
tan frágil y tan liviana
dorada cual la mañana
de la aurora al nacimiento?
Qué se hizo tu pensamiento?
Responde, miseria humana.

Calavera sin pasiones,
di: qué se hicieron tus ojos
con que mataste de hinojos
idílicos corazones,
que repletos de ilusiones
te amaron con soberana
pasión que no era villana
y en esas horas tranquilas
qué se hicieron tus pupilas?
Contesta, miseria humana.

Aquí donde no hay tropel
calavera sin resabios;
di: ¿ qué se hicieron tus labios
tan rojos como el clavel,
y dulces como la miel
de la campiña romana
esos tus labios de grana
llenos de pasión mentida,
qué se hicieron en la vida?
responde, miseria humana.

Calavera a quien feliz
besa la luna de plata,
di: por qué te encuentras tan chata
si era larga tu nariz?
Dónde está la masa gris
de tu cerebro pensante
donde tu bello semblante;
y tus mejillas rosadas,
que a besos en noches heladas
quiso comerse un amante?

Aquí donde todo es calma,
contesta cráneo vacío;
¡qué se hizo tu poderío
qué de la áurea palma
qué del placer de tu vida
que te dio el amor un día
tu altivez , tu bizarría,
tus sonrisas que mintieron
dime, dime, ¿qué se hicieron,
oh calavera sombría?

A mis interrogantes
el cráneo blanco callaba
la luna alumbraba
sarcófagos y panteones...
y dije si aflicciones:
si eres el cráneo de aquella
que en la vida sin querella
me despreció con desdén,
despréciame ahora también!
Eclipsa otra vez mi estrella.

Estamos en la mansión
de la austera realidad.
¡Qué se hizo la liviandad
que tenía tu corazón?
No respondes, mudos son
Tus labios que pronunciaron
Cosas que ya se tornaron
En pálidas flores muertas
Cosas que no fueron ciertas
Y mi pobre alma mataron!

Aquí en esta soledad
que solo cruza el cocuyo,
dime: ¡qué se hizo tu orgullo,
tu amor y tu vanidad?
¿Qué se hizo tu potestad
de persona soberana
y mentirosa y galana
que ostentó tanta belleza?
Dime: qué se hizo tu grandeza?
Responde: oh miseria humana!

Vanidad de vanidades,
solamente con tus galas
oh, mariposas sin alas,
llorando tus liviandades:
las áticas realidades
te circundan con profundo
marasmo que bien culmina...
Es el amor que ilumina
aquí es donde terminan
las vanidades del mundo.

Aquí en este camposanto
se terminan los amores,
las alegrías, los dolores,
el poderío y el encanto,
cesa en los ojos el llanto
y el mundo vivo suspira;
aquí no llega la lira
de la muchedumbre inquieta
aquí termina el poeta
y se enmudece la lira.

En este mundo idealista,
de egoísmo y de censura,
tan sólo la sepultura
es la que no es egoísta.
Ella recibe humanista
el santo y al condenado,
al pobre y al acusado,
al perverso, al bueno, al caco,
al honrado, al gordo, al flaco,
al bruto y al ilustrado.

Al rodar el ataúd
en la hueca sepultura
se igualan en línea oscura
el criminal y la virtud,
y en eterna laxitud
que todo movimiento:
lanza gemidos el viento
y la soledad se aterra
y ruedan sobre la tierra
los cráneos sin pensamiento.

Aquí en este camposanto
donde sucumbir es ley,
el esqueleto de un rey
al de un esclavo es igual;
aquí el toque funeral
de la sonora campana
es a la cabeza cana
como a la de negro pelo
y ñata dando recelo
es la calavera humana.

Aquí en este entristecido
y lúgubre camposanto
termina del vate el canto,
y del músico el sonido,
del pintor el colorido
y de su cerebro el foco,
se consume con sofoco
y solo queda el recuerdo,
aquí tanto vale un cuerdo,
como lo que vale un loco.

Todo corazón se aterra
al llegar a esta mansión
viendo clavar el cajón
que se comerá la tierra.
Cuando una tumba se cierra
el alma gime asustada
y esa humana bandada
que otro hoy viene a sepultar,
mañana en este lugar
será polvo... será nada...

En esta mansión glacial
donde lo fatuo refleja,
se pudre la carne vieja
como la carne jovial;
aquí el necio se hace igual
todo se convierte en nada.
sociedad civilizada...
aquí la diosa riqueza
es igual a la pobreza
todo aquí es polvo y es nada.

Y dijo la calavera:
Aquí en este camposanto,
se perdió todo mi encanto
con que vanidosa era;
y mi mejilla rosada
como gasa de arrebol,
mis ojos que envició el sol,
aquí se volvieron nada!

Tan sólo el dolor es fuerte
la vida es vano capullo,
yo vi acabarse mi orgullo.
Ya todo es materia inerte
Bajo el peso de la muerte...

En este triste lugar
se tiene que terminar
el genio que esplendor tiene
y melancólico viene
las tumbas a visitar.

Llorar en estos desiertos
es una cosa muy vaga
porque el llanto nada paga,
ni resucita a los muertos
y aquí en un tétrico día
cae el que peca, el que no peca
así, haciendo horrible mueca,
la calavera decía:


Aquí está la realidad,
que sobre el orgullo pesa;
aquí la gentil belleza
es igual a la fealdad;
aquí acaba la maldad
y la bondad apreciada,
aquí la mujer casada
es igual a la soltera
me decía la calavera
con su voz apagada.

Yo soy el cráneo de aquella
a quien le cantaste un día
poemas que no merecía
porque no era así tan bella
como la primera estrella
del oriente, el tulipán
a quien las auras le dan
aquí el que de mi se ríe
de él mañana se reirán.

Yo escuchaba aquella cosa
y lleno de horrible espanto,
salí de aquel camposanto
como veloz mariposa...
la luna pura y radiosa
vertió su lumbre fugaz
y la calavera audaz
dijo al mirarme correr
nada tienes que temer,
tú, calavera serás.

Yo, ante razón tan sencilla,
Sentí por el cuerpo mío
un extraño escalofrío
casi perdiendo la vida,
con el alma entristecida
llegué a mi celda cristiana
meditando que mañana
por firme ley de la parca
debo habitar la comarca
de las miserias humanas.

Autor: Gregorio Escorcia Gravini.
(Colombia)

Saturday, May 2, 2009

Escuche este bolero y muchos más en el programa Música y Poesía.

Nieto con bisnieta

Nieta con bisnieto

Wednesday, April 22, 2009

primera bisnieta de alfredo

segundo bisnieto del alfredo.


Dylan.





Lily.


EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

Thursday, April 2, 2009

como contactarnos

queridos amigos, escribanos a nuestro nuevo e-mail de: musicaypoesia.delvalle@gmail.com
si desean solicitar alguna poesia en especial
en el programa radial en la gigante 9 a 930 pm o en el blog.

con amor para nuestros lectores

En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo,
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del “Feliz Año Nuevo”...

Una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el “requiéscat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...

—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.

—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
Y brinde por... Europa,
Ya que su extranjerismo es delicioso...

—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...

Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.

—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
Lleguen hasta las grietas
Formadas de metal y de granito
Del corazón de la mujer ingrata
Que a desdenes me mata...
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.
El del bohemio puro,
De noble corazón y gran cabeza;
Aquél que sin ambages declaraba
Que solo ambicionaba
Robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado, alzó la copa
Frente a la alegre tropa
Desbordante de risas y de contento;
Los inundó en la luz de una mirada,
Sacudió su melena alborotada
Y dijo así, con inspirado acento:

—Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.